LAS AGUAS BAJAN TURBIAS

Según la nota oficial, o al menos su versión en la prensa, el aspecto del agua de la ciudad de Soria se debe a la disolución de una alta cantidad de polen en el agua del río Duero. En la Química de bachillerato se estudia la diferencia entre disolución y suspensión. Por ejemplo, el azúcar se disuelve en el café, pero los posos son partículas en suspensión que se van al fondo de la taza.

El grano de polen es una estructura vegetal compleja (no una molécula) y no se disuelve, sino que puede estar en suspensión en el agua agitada y finalmente flotar. Eso quiere decir que el polen es muy ligero, pues necesita volar lejos para perpetuar a su especie. Las coníferas son un grupo muy antiguo de plantas que siempre han utilizado la polinización por el viento para reproducirse. Este azaroso método les resulta eficaz y no han gastado su energía desarrollando flores llamativas para que la polinización se asegure mediante insectos e incluso vertebrados. Aunque los robles son posteriores en la evolución, también, desde su altura, confían al viento la polinización, pero producen menos polen que los pinos. En algunos lugares la polinización de los pinos se llama lluvia de azufre. En los grandes bosques de coníferas de los países nórdicos se observa en las masas de agua una buena capa de granos de polen, que finalmente se acumula en las orillas de ríos y lagunas. Y no nos consta que esto suponga ningún problema para obtener agua potable.

Para cumplir adecuadamente su función el grano de polen no puede degradarse simplemente por contacto con el agua. Por eso está provisto de una recia cubierta llamada esporodermis cuya pared más externa o exina es extraordinariamente resistente a la destrucción. De hecho, se estudian habitualmente granos de polen perfectamente reconocibles y más o menos fosilizados en depósitos que abarcan distintas épocas, hasta el paleozoico. En Soria se ha estudiado la evolución de la vegetación estudiando pólenes de turberas en picos de Urbión o en Quintana Redonda. Nos hemos aproximado a la vegetación que vieron los antiguos pobladores de Soria mediante estudios de pólenes en los distintos estratos de las excavaciones de los yacimientos de Numancia o los tolmos de Caracena.

El problema del agua en el Duero está claramente influido por varias décadas de degradación ambiental que nadie o casi nadie se ha preocupado de impedir, y que están pasando su factura. Aunque nuestros ríos parecen superficialmente en muchos tramos los mismos que vieron nuestros abuelos, tanto su composición física y química como su fauna y vegetación sumergidas han cambiado en muchos aspectos. La erosión producida por matarrasas, dragados, rectificaciones de cauces de arroyos en las concentraciones parcelarias, alteraciones de las riberas, así como las malas prácticas agrícolas consistentes en labrar hasta casi la misma orilla del río producen, en las riadas, esas aguas de color chocolate que depositan limos donde el agua se remansa. En un río regulado los depósitos forman fondos cenagosos en los embalses dando lugar a condiciones físicas, químicas y biológicas que apenas ocurrirían en condiciones naturales. Al no producirse riadas debido a las presas, esos fondos no son arrastrados hacia el mar, colmatando el embalse con un suelo putrefacto que sería riqueza si, llegando al mar, formase parte de un delta.

Si no se dejan bandas de vegetación natural de considerable anchura a cada lado de ríos y arroyos, los fertilizantes y pesticidas usados en agricultura alcanzan con facilidad el agua, produciendo una contaminación no por difusa menos relevante. Si a esto sumamos los vertidos de aguas residuales sin control en la mayoría de los pueblos de la provincia y los residuos ganaderos la eutrofización está servida. Aparecen algas y microorganismos no deseados en grandes cantidades, que consumen el oxígeno del agua y producen desechos metabólicos que afectan a la calidad del agua del río. En esas condiciones, el tratamiento para hacerla potable se hace mucho más difícil y costoso. Y a propósito del término potable, tenemos que insistir en que un agua es potable en relación con los indicadores analizados. No es lo mismo estudiar diez parámetros que sesenta o cien.

A pesar de varias reprimendas de la Comunidad Europea por el mal estado de las aguas continentales españolas, nuestra administración sigue sin aplicar las leyes. Está perfectamente legislado que los vertidos deben cumplir con unos parámetros básicos mínimos. Ni la Confederación Hidrográfica del Duero ni la mayoría de los Ayuntamientos hacen esos análisis básicos para demostrar que el vertido se ajusta a la autorización concedida. Esta es una información que debería obtenerse periódicamente y darla a conocer al público, al igual que se informa del porcentaje de agua embalsada en la Cuerda del Pozo.

En la planta de purines de Almazán se hizo un análisis, se ha filtrado un informe (¡como si no fuera un derecho conocer lo que nos echan al río!) y, políticos por medio, el hecho se transforma en noticia. Pues bien, eso lleva años sucediendo y así ha sido denunciado por ASDEN, al igual que ocurre con las aguas residuales del mismo Almazán, la Papelera, el Matadero… O las aguas residuales de El Burgo de Osma, de Duruelo, de Almarza, de casi todos los pueblos de Soria. Ni análisis, ni sanciones, ni control. Las aguas que llegan por el Duero a la capital de Soria deben cumplir con unas características básicas de calidad en el punto de captación para poder ser destinadas a la producción de agua potable, definidas en una Orden ministerial de 11 de mayo de 1988 ¿las cumplen?

Subvencionadas al 80 % por la CEE se están poniendo en funcionamiento depuradoras en los pueblos del futuro(¿?) Espacio Natural Sierra de Urbión. Por una mala planificación de las obras, en la mayoría de esos pueblos se estuvieron vertiendo las aguas residuales directamente al río durante el verano pasado, como también denunció ASDEN en su momento. Como consecuencia de este vertido, la contaminación fue tal que la Consejería de Medio Ambiente ha vedado para la pesca varios kilómetros del río Tera, desde Almarza hasta la confluencia con el río Razón. Sin embargo, ni la Consejería ni la Confederación Hidrográfica del Duero han tomado medidas ni controles para evitar que estos hechos sigan ocurriendo. Actualmente, por un mal diseño en los aliviaderos que se han construido para derivar las aguas pluviales, la mayoría de esas depuradoras siguen vertiendo al río directamente sus aguas residuales, y así lo han hecho desde el comienzo de las obras. Todos esos vertidos diluidos atraviesan Soria capital y abastecerán al campo de Gómara y, en parte, a Almazán, por lo que deben intentar transformarse en agua potable, o mejor dicho, que cumpla ciertos requisitos de potabilidad para consumo humano.

Por si fueran poco los abonos, los excrementos del ganado, los productos fitosanitarios, los cientos de productos de limpieza del hogar que van en las aguas residuales, los productos del metabolismo de las algas y microorganismos que sobrecrecen en estas condiciones y tapizan bastantes tramos del lecho del río, tenemos además los residuos de los motores de explosión de lanchas y motos de agua que amenizan con su ruido los atardeceres en la Cuerda del Pozo, o vuelcan las canoas o nos pasan rozando. Los responsables de la Confederación Hidrográfica del Duero ya han dicho que este año tampoco van a establecer ninguna regulación sobre el asunto. Realmente esto es pecata minuta al lado del descontrol que llevan con los vertidos.

Lo único que nos consuela ante tanta congoja es haber leído una página entera dedicada a Soria en El País, cuyo titular reza así: Soria es la primera región del mundo que planifica un desarrollo ecológico y sostenible. ¡Menos mal! Como diría el Sr. Trillo ¡Manda güevos!

ASDEN, 14 de junio de 2000