La potabilidad del agua es un término
relativo Se ha dicho, con motivo del problema de las toxinas en
la captación de agua para la capital, que el agua era potable.
Conviene aclarar que el término potable no es un absoluto,
sino que está en relación con los parámetros
que se analizan. Por ejemplo, un agua puede considerarse potable
porque no alcanza una determinada concentración de nitratos
y sin embargo tener una cantidad de arsénico que, si se
analiza, hace que se considere como no potable. Uno de los problemas
con los que se enfrenta nuestra sociedad es la cantidad de productos
químicos que se vierten al medio ambiente. Es imposible
analizarlos todos en todo momento, así que hay que conformarse
con lo que la legislación, basada en los criterios de los
expertos, establece.
Así, en una ciudad como Soria, la legislación
establece que debe hacerse un análisis mínimo semanal
en la red de distribución. Este tipo de análisis
consta de sólo 8 parámetros y no contempla la detección
de más sustancias químicas que los nitritos y el
amoniaco. Si hubiera otros productos tóxicos no podrían
detectarse y el agua se consideraría potable. Aunque conviene
añadir que se incluyen como determinaciones básicas
del análisis mínimo los caracteres organolépticos
de olor y sabor, de manera que la potabilidad de un agua que huela
y sepa es muy discutible.
En el otro extremo está el análisis completo, que
para ciudades entre 10.000 y 50.000 habitantes debe hacerse una
vez al año. El análisis completo incluye casi 70
determinaciones, como arsénico, hidrocarburos, plomo, etc...
No ponemos en duda que el agua de consumo de la capital cumple (salvo a veces en olor, color y sabor) las especificaciones que marca la ley en cuanto a análisis mínimos y completos.
Sin embargo entramos en un terreno más resbaladizo cuando consideramos el análisis ocasional, también legislado, que consiste en la determinación de cuantos parámetros (comprendidos o no en el análisis completo) sean fijados por la Administración Sanitaria competente, en orden a garantizar la potabilidad del agua suministrada... en situaciones particulares o accidentales que requieran una especial vigilancia sanitaria del agua del sistema.
Los efectos de las cianotoxinas se han descrito desde hace más de cien años, pero es sólo desde finales de la década de los ochenta cuando se han comenzado a conocer con más detalle. Actualmente no hay estándares claros establecidos ni legislados que digan la cantidad de cianobacterias que sería admisible. Sin embargo, dado que el problema va en aumento, es posible que se establezcan referencias en un futuro.
Dados los riesgos existentes, el laboratorio de ecotoxicología de la Universidad Complutense de Madrid recomendó en junio de 1999 que debería efectuarse un seguimiento periódico que permita saber en cada momento cómo va evolucionando la situación. Siempre que se observe una proliferación anómala de microalgas debería realizarse el seguimiento. En el informe final del 31 de enero de 2000 se concluye que debe ser de interés prioritario para los responsables del abastecimiento de agua para la ciudad de Soria el disponer de un sistema de alerta temprana capaz de detectar problemas derivados de la aparición de ficotoxinas.
Es evidente que se trata de una situación particular que hubiera requerido, siguiendo el espíritu y la letra de la ley, de una especial vigilancia sanitaria en relación con el problema detectado, sin limitarse exclusivamente al análisis completo anual que se hace rutinariamente.
El único análisis que se nos ha entregado en el que se buscan cianotoxinas en el agua de la red de abastecimiento (no en la del azud de captación), se hizo en una muestra de agosto de 1999. El resultado en esa muestra fue negativo. A principios de verano de 2000, cuando se decía que el polen se disolvía o desteñía, no nos consta que se solicitase ningún análisis de toxinas.
No se nos han remitido más análisis ni resultados. Por eso nos parece relevante informar a la opinión pública para que cuando se le diga que los análisis demuestran que el agua ha sido potable en todo momento piense que ese término es relativo, a no ser que se hicieran públicos los informes específicos en los que conste que se han buscado cianotoxinas. Creemos que esos análisis específicos no se han solicitado hasta que ASDEN convocó la rueda de prensa. A partir de las recomendaciones del estudio de la Universidad Complutense hubiera sido obligado buscar cianotoxinas periódicamente tanto en el agua del azud de captación como en la de consumo, y sobre todo en momentos de malos olores. En resumen, el agua de consumo habrá sido potable, pero sólo hay constancia analítica de la ausencia de toxinas en una muestra de hace dos años.